La Iglesia y su contexto a fines del siglo XX
Este mensaje es muy importante porque, invocando el nombre del Señor y la autoridad de su Palabra, vamos a contemplar el marco en el que se desenvuelven las iglesias evangélicas de
No se trata de una renovación meramente litúrgica o cúltica, sino de una renovación ética. No se trata de una renovación de las formas visibles y audibles de la adoración o la alabanza, sino de una renovación de la manera de vivir. No se trata de una renovación al estilo “islámico”, que cree tener la verdad suprema y pretende que los demás la acepten, sí o sí, sino de una renovación que, como dice el versículo 3, hace que “cada cual… no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura”. Tampoco se trata de una renovación que se produce por mera imitación de lo que otros hacen o dicen, conformándose a la mentalidad mágica o mística de este siglo (que se muestra en las sectas, en los Rolling Stones, y en otros fenómenos multitudinarios), sino de una renovación comprometida con la santidad y con la justicia, que dé respuesta a las verdaderas necesidades del hombre total.
Uno de los problemas más serios y menos comprendidos que afectan a las iglesias de hoy es la vigencia de una idea filosófica, emparentada con el gnosticismo y el neoplatonismo, que supone que Dios es un Ser que produce emanaciones, energías o sustancias, que surgen del Todopoderoso como rayos de luz, casi al estilo de las enseñanzas de
Según
Actualmente estos problemas se agudizan a causa de los frecuentes casos de delirio místico. El doctor Jorge León, evangélico, conocido experto en enfermedades mentales, dice que “el delirio místico es una de las claras manifestaciones de la enfermedad mental”. Y agrega: “Podemos distinguir la experiencia sana de la experiencia enferma gracias a ciertas características que tienen las personas alucinadas o delirantes. Voy a enumerar algunas de ellas: (1) La persona enferma se cree elegida por Dios para ser depositaria de una revelación que la coloca en un lugar privilegiado. No importa si lo que dice que se le ha revelado está de acuerdo con
Claramente se refiere a las alucinaciones cuando añade: “No olvidemos que Judas señala que uno de los síntomas de Lucifer es el uso alucinado de la mística. Él dice que estos hombres están “alucinados en sus delirios” (Biblia de Jerusalén):” Y agrega el doctor León: “Tengo la impresión de que para lograr un auténtico avivamiento espiritual es necesario que los pastores y líderes laicos tengamos suficiente información científica para distinguir entre lo sano y lo enfermo en una experiencia que se supone es espiritual”. (Dr. Jorge León, Boletín Nº 68 de
Algunas de las personas que padecen desajustes emocionales, disturbios psicológicos, conflictos familiares, problemas éticos, u otros antecedentes que dan origen a algún tipo de patología mental, suelen aferrarse a una supuesta “experiencia espiritual”, tratando así de convivir con su falta de sanidad interior. Por ejemplo, quienes viven en la frontera entre lo bueno y lo malo, (en la “zona gris”), están muy expuestos a caer en ese tipo de crisis. Lo mismo podría ocurrir con los que no han superado las vivencias traumáticas de su pasado, o con quienes arrastran sentimientos de culpa. Además, hay otros que llegan a protagonizar cultos entusiastas tan sólo para descargar sus tensiones, buscando algo así como una catarsis, o una “liturgia terapéutica”, pero no una genuina adoración a Dios.
Otra vertiente del contexto en que nos movemos es el renovado énfasis en los milagros. ¡Como si nunca hubiesen ocurrido!. Ya dije que así no se hace justicia al obrar de Dios en la historia de su iglesia a través de los siglos. Siempre es indispensable identificar a los “hacedores de milagros”, ya que cualquier milagro no es en sí una demostración de la autenticidad del movimiento del Espíritu (ver San Mateo 7:21-23), Hoy hacen “milagros” los espiritistas, los santos y las vírgenes de diversos cultos,
Muchos miles siguieron a Jesús viendo sus milagros, pero en el aposento alto sólo ciento veinte perseveraron en oración (Hechos 1:15) y apenas quinientos lo reconocieron después de la resurrección (1ª Corintios 15:6). Jesús advirtió que “se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24).
El desmedido énfasis en los milagros produce frustración cuando el esperado milagro no se produce. Es frecuente, por ejemplo, vincular sanidad con exorcismo, reprendiendo al demonio que, según esa doctrina, produce la enfermedad. Surge así el ministerio del “sanador y exorcista” que aparece en diversos movimientos carismáticos y en distintas religiones. Pero cuando la sanidad no ocurre alguien podría preguntarse si el exorcismo fracasó porque el demonio era más fuerte o el sanador carecía de poder. Entonces se afirma que el enfermo “no tuvo fe”, o que su liberación “no era la voluntad de Dios”, ¡como si Dios no quisiera liberar a los oprimidos por el diablo!. La respuesta correcta es que la base doctrinal de ese tipo de ministerio no es correcta.
Y bien hermanos, hoy me he atrevido a ocupar este púlpito para referirme a algunos de los aspectos del “contexto interno” en muchas iglesias evangélicas en nuestros días. Otros aspectos ya han sido considerados en mis mensajes de los recientes años. Pero antes de terminar les invito a dirigir también la mirada hacia el contexto fuera de nuestras iglesias.
2. El contexto FUERA de
Tratando de ser objetivos podemos empezar afirmando que hoy la gente no tiene interés en concurrir a las iglesias, salvo que sea atraída por dudosas promesas de prosperidad, milagros y bienestar general. El cuadro debe medirse no por el tamaño de los templos, estadios, u otros lugares de reunión, sino por el enorme número de las personas sin Cristo, hostiles o indiferentes, que están fuera de nuestras iglesias y de nuestras actividades. Además, quedan sin incluir muchos que, aunque asisten a los cultos, por su manera de vivir y sentir están muy lejos de lo que pide el Señor.
Para referirme al contexto exterior, que afecta profundamente a las iglesias evangélicas, mi propósito de hoy es enfatizar que, ante la realidad de un mundo indiferente a los valores de la genuina vida cristiana, es imposible que nuestras iglesias sigan funcionando de la misma manera que lo hacían hace cincuenta años. No me refiero a la música ni a otras innovaciones litúrgicas que no constituyen el fondo de la cuestión. Las renovaciones musicales y litúrgicas han ocurrido muchas veces en el curso de la historia. Han sido fenómenos locales, o regionales, o nacionales, o internacionales, que han contribuido a la formación de nuestra himnología y a la evolución de las formas de culto. Pero hoy no vamos a detenemos en ese tipo de análisis, que está suficientemente documentado en muchos libros. Lo que nos interesa ahora es cómo responder a las necesidades del hombre y la mujer, del ser humano total, en este tiempo de postmodernidad.
Quisiera llamarlos a asumir una nueva perspectiva de la misión de la iglesia ante los millones que no oyen el mensaje de salvación, y exhortarlos a pensar que si las gentes no asisten a nuestras iglesias somos nosotros los que debemos ir a la gente. Es indispensable que consideremos el contexto en que se mueven las multitudes a nuestro alrededor y de qué manera podemos y debemos llegar hasta ellas con el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Esta inquietud tendría que ser el permanente tema de nuestros estudios y de nuestra acción.
* Mensaje predicado el 10 de abril de
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